Varios hombres juegan al dominó en Cabo Haitiano, Haití, el 17 de abril de 2024RAMÓN ESPINOSA/AP
Le llaman Okap, hogar de reyes, esclavos emancipados y revolucionarios
haitianos.
Ubicada en la luminosa costa norte, la ciudad de Cabo Haitiano fue
abandonada como capital durante los últimos años de la era colonial francesa y,
una vez más, cuando cayó el Reino de Haití luego del suicidio del monarca y del
asesinato de su hijo adolescente.
En su día era conocida como el París de las Antillas, y ahora está a
punto de convertirse en lo que algunos dicen que es la capital de facto del
país a medida que Puerto Príncipe se sume en el caos debido a la violencia de
las bandas armadas.
“La historia se repite", dijo Yvrose Pierre, la alcaldesa de Cabo
Haitiano, a The Associated Press una tarde reciente.
Empresarios, padres ansiosos e incluso históricas ceremonias estatales
se han reubicado aquí, una tendencia que comenzó antes incluso de que las
bandas empezasen a atacar infraestructura gubernamental clave en Puerto
Príncipe a finales de febrero.
Los pistoleros quemaron comisarías, asaltaron las dos mayores prisiones
del país para liberar a más de 4,000 reos y atacaron el principal aeropuerto
del país, que no ha vuelto a estar operativo desde que cerró a principios de
marzo.
Ahora mismo, “Cabo Haitiano es la única ciudad que conecta a Haití con
el mundo”, apuntó Pierre.
Las palmeras salpican la ciudad en la que viven unas 400,000 personas
que pasean libremente y están en la calle hasta tarde.
No tienen que esquivar los cadáveres esparcidos sobre las veredas,
correr para evitar ser alcanzados por balas perdidas o estremecerse si un
“pop-pop-pop” llena el aire, confiando en que sean solo fuegos artificiales. En
Puerto Príncipe no existen estos lujos.
Más de 2,500 personas murieron o resultaron heridas por la violencia de
las pandillas entre enero y marzo en todo el país, un 50% más que en el mismo
periodo del año pasado, según un reporte publicado el viernes por la Oficina
Integrada de Naciones Unidas en Haití. La inmensa mayoría de la violencia se
registra en la capital.
Pierre atribuye la tranquilidad en Cabo Haití a la reciente demolición
de más de 1,500 viviendas en las afueras al sur de la ciudad, donde habían
entrado las bandas.
La calma es una de las principales razones por las que, en el último
mes, la ciudad ha atraído a casi 95,000 personas que huyeron de la situación en
Puerto Príncipe.
Las
autoridades han empezado a exigir a los recién llegados que se registren en el
ayuntamiento para controlar la afluencia.
“Está viniendo mucha gente y existe el riesgo de que se
produzca un desequilibrio”, indicó la alcaldesa. “Cabo Haitiano no tiene
recursos suficientes para recibir a todos los que huyen de la violencia”.
Según Pierre, no hay campamentos ni albergues para los
migrantes y la ciudad está tratando de dar comida y alojamiento a todos, y
algunos se ven obligadas a dormir frente a iglesias y tiendas de alimentación.
Las escuelas también están desbordadas.
En la escuela Bell Angelot del centro de la ciudad, las autoridades
han registrado un aumento del 10% en las matriculaciones, que no dejan de
subir.
“Hay demasiados alumnos”, afirmó el director del centro,
Jocelyn Laguerre, que apuntó que ha tenido que contratar más maestros y añadir
más clases porque muchos de los niños que llegan de Puerto Príncipe van muy por
detrás en sus estudios debido a que la violencia ha forzado el cierre de las
escuelas.
Y no todas las familias que llegan pueden pagar, algo
Laguerre dice entender.
“Sabemos lo que está pasando en este país”, afirmó.
En la escuela de Laguerre no hay seguridad, lo que supone un
fuerte contraste con Puerto Príncipe, donde los guardas fuertemente armados son
una presencia habitual en instituciones donde estudiantes de todas las edades
han sido secuestrados y las bandas han extorsionado a los directores.
En general, no hay guardas privados en muchos comercios de la
ciudad. En una tarde reciente, el tintineo de las fichas de dominó de una
partida sobre una mesa desvencijada al aire libre se mezclaba con las discusiones
de los aficionados por una tarjeta amarilla en el partido entre Real Madrid y
Manchester City, que congregó a docenas de personas que se agolpaban a las
puertas de los bares al aire libre.
Nadie miraba alrededor con miedo de ser agredido, secuestrado
o asesinado.
“Hay más paz aquí que en otras ciudades”, dijo Alfred Joseph,
sentado en una silla de plástico rojo en un frondoso parque público cercano.
“Para mi, Cabo Haitiano siempre ha sido la capital de Haití”.
A pesar de sus encantos, la ciudad comparte muchos de los
problemas de Puerto Príncipe: pobreza, un tráfico agobiante y montañas de
basura en las calles, los ríos y el océano.
Pero la ausencia de violencia es suficiente para Baby
Dovelus, que regresó a Cabo Haitiano tras el secuestro de un alumno de la
escuela a la que iba su hija en Puerto Príncipe.
Una niña camina junto al agua en Cabo Haitiano, Haití, el 17 de abril de 2024
“Fue un gran
alivio”, dijo acerca del traslado. “Aquí me siento bien. Es mi ciudad”.
Entre los que planean mudarse a Cabo Haitiano están la madre
y la prima de un estudiante universitario que se identificó solo por su nombre,
John, por motivos de seguridad.
John contó que él también cambió de ciudad cuando la
violencia obligó a su universidad a cerrar el mes pasado. Voló a Florida el
viernes tras obtener una visa para estudiar una maestría en tecnología de la
información.
Le preocupa que su madre y su prima hagan un trayecto de
varias horas en bus desde Puerto Príncipe, que está a 200 kilómetros (más de
100 millas) al sur de Cabo Haitiano. Las bandas que controlan la principal
carretera que va desde la capital al norte del país, han disparado a buses
públicos. “Todo el mundo está en peligro”, apuntó.
Mientras los haitianos siguen llegando a Cabo Haitiano,
algunos advierten que la única forma de que la ciudad vuelva a convertirse
realmente en la capital es descentralizando el gobierno. Actualmente, todas las
cuestiones relacionadas con el Estado se llevan a cabo únicamente en Puerto
Príncipe.
Patrick Almonor, teniente alcalde de Cabo Haitiano, tiene
esperanza. Cree que si la ciudad evita el error de Puerto Príncipe de
concentrarlo todo en una zona pequeña, es posible.
“Merecemos ser la capital”, afirmó. “Esto está a punto de
cambiar”.