AP
México
Casi dos
meses después del asesinato de dos jesuitas mexicanos en la localidad norteña
de Cerocahui el miedo impera en el remoto poblado enclavado en la sierra
Tarahumara, dominado por criminales y traficantes de droga y que otros
religiosos se niegan a abandonar.
Dos de
los jesuitas que quedaron en la misión religiosa y sobrevivieron al ataque
armado ocurrido el 20 de junio dentro de un templo en el estado de Chihuahua
deben ahora salir a las calles escoltados por militares.
Los
miembros de la congregación Javier Campos y Joaquín Mora, junto a un guía
turístico, fueron presuntamente asesinados por José Portillo Gil, alias “El
Chueco”, líder de una organización criminal que es buscado por las autoridades.
Los crímenes generaron conmoción en México, un país mayoritariamente católico,
y llamaron la atención de la comunidad internacional ante la creciente
violencia que golpea a la nación latinoamericana.
A pesar
de los asesinatos de Campos y Mora -quienes tenían más de cinco décadas en la
sierra Tarahumara- la Compañía de Jesús descartó el cierre de su misión y
acordó destinar un “maestrillo” (estudiante) a Cerocahui y tiene planeado
enviar a otros dos sacerdotes, dijo en una entrevista con The Associated Press
el jesuita Jorge González Candia, asesor de la congregación.
“Vimos
muy claro que no podíamos por el miedo o la inseguridad que existe replegarnos,
sino más bien reforzar la presencia jesuita en este lugar”, dijo.
Los
temores en Cerocahui se crisparon luego de la difusión la semana pasada en las
redes sociales de un video en el que una persona con el rostro cubierto con un
pasamontaña blanco, que se identificó como “El Chueco”, negó su responsabilidad
en los asesinatos y recriminó a uno de los jesuitas sobrevivientes que
presenció los hechos.
Aunque
las autoridades hasta el momento no han confirmado la veracidad del video y si
la persona que aparece en la grabación es Portillo Gil, el hecho generó
preocupación en la congregación ante la velada amenaza hacia el testigo.
Así lo
reconoció González Candia quien afirmó que le resultaba “increíble” que 1.000
efectivos del ejército y 200 guardias nacionales desplegados en la sierra de
Tarahumara no hayan podido localizar al presunto responsable de los asesinatos
de los dos sacerdotes y el guía turístico Pedro Palma.
“Estamos
solicitando medidas de protección a partir de ese video”, dijo el asesor al
señalar que hay preocupación en la Compañía de Jesús ante una posible
confrontación de los integrantes del grupo criminal que opera en esa región con
los jesuitas de la misión, algo que nunca había ocurrido durante las décadas
que la congregación ha estado presente en la sierra Tarahumara prestando
asistencia a las comunidades indígenas.
Tras los
asesinatos las autoridades anunciaron un amplio despliegue de las fuerzas de seguridad
en la sierra de Tarahumara para capturar a “El Chueco”, quien a pesar de tener
desde hace varios años orden de captura se paseaba por las calles de Cerocahui
con absoluta impunidad e incluso patrocinaba un equipo de beisbol local.
Por
información que lleve a su captura se ha ofrecido una recompensa de cinco
millones de pesos (unos 250.000 dólares).
Portillo
Gil es señalado desde 2018 como el principal sospechoso del homicidio del
profesor estadounidense Patrick Braxton-Andrew, quien según las autoridades fue
asesinado a balazos tras ser confundido con un agente de la agencia antidrogas
estadounidense DEA.
De
acuerdo con información difundida por los medios, Portillo Gil es el líder de
una célula del narcotráfico vinculada con el poderoso grupo criminal de Los
Salazar que está asociado al Cártel de Sinaloa en Chihuahua.
Luego de
los hechos dentro de la misión de Cerocahui fue instalado un campamento de
militares y guardias nacionales que custodian a los sacerdotes en sus salidas,
precisó González Candia, quien fue designado por la Compañía de Jesús para
atender la crisis que se generó tras los asesinatos, acompañar el traslado de
los cuerpos de Campos y Mora desde el lugar donde fueron localizados hasta el
cementerio y apoyar a la misión religiosa.
Sobre las
razones que llevaron a mantener en Cerocahui a los dos jesuitas que se
encontraban en la comunidad al momento del ataque, González Candia afirmó que
los sacerdotes pidieron quedarse porque “hay un amor a las tierras, a la
cultura, al pueblo y también ven la necesidad de acompañar un duelo”. Sin
embargo, agregó que la congregación sigue valorando si deben continuar allí.
El asesor
admitió que la comunidad siente aún mucho temor debido a que el presunto
responsable de los asesinatos sigue libre.
Al ser
preguntado sobre si los problemas de criminalidad que hay en la sierra de
Tarahumara culminarán con la detención de “El Chueco”, González Candia indicó
que “se ha comprobado que cuando sólo se aprehende a un cabecilla se
multiplican los grupos delictivos, crece el número de delitos y se saturan las
prisiones”.
Agregó
que se necesita investigación, transformación de estructuras locales y voluntad
política para generar los cambios necesarios para recuperar la paz.