AP
Edimburgo,
Escocia
El ataúd
de la reina Isabel II recorría el domingo el campo escocés en un último viaje
desde su amada residencia de verano en el Castillo de Balmoral y hacia la
capital escocesa de Edimburgo.
Dolientes
silenciosos se alinearon al paso del auto fúnebre, en puentes y carreteras, en
automóviles y tractores, algunos arrojando flores en memoria de la monarca, que
murió tras 70 años en el trono.
El
coche fúnebre salió junto a ramos de flores y otros homenajes en un cortejo de
siete autos desde Balmoral, donde falleció la reina el jueves, para su viaje de
seis horas hasta el palacio de Holyroodhouse en Edimburgo. El ataúd estaba
cubierto por el estandarte real de Escocia y encima se colocó una corona de
flores de la finca, incluidas las de guisantes dulces, una de las favoritas de
la reina.
“Un triste y
doloroso momento mientras Su Majestad, la reina, sale de su amado Balmoral por
última vez”, tuiteó la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon. “Hoy,
mientras emprende su viaje a Edimburgo, Escocia rendirá homenaje a una mujer
extraordinaria”.
Horas antes de
la llegada del féretro a Edimburgo, varias personas habían acudido para tratar
de encontrar puesto detrás de las barreras policiales. Para la tarde en algunas
zonas la multitud en algunos sitios tenía 10 personas en grosor.
“Ella era un constante
en mi vida. Cuando nací ella ya era reina, y siempre estuvo ahí", declaró
Angus Ruthven, un servidor público de 54 años de edad que esperaba para ver el
féretro en Edimburgo.
“Creo que nos
tardará un tiempo acostumbrarnos a que ella no esté. Esto fue muy súbito.
Esperemos que el rey Carlos tenga un buen reinado", añadió.
Había gente
esperando en algunos tramos del recorrido previsto mientras el país lloraba a
la monarca que ocupó su trono durante más tiempo, la única que han conocido la
mayoría de los británicos. En la localidad escocesa de Ballater, donde la gente
consideraba a la familia real como vecinos, cientos de personas observaban en
silencio y algunos lanzaron flores ante el auto.
“Ella
significaba mucho para la gente de esta zona. La gente lloraba, era increíble
de ver”, dijo Victoria Pacheco, que gestionaba una casa de huéspedes.
En cada
localidad y pueblo por la que pasó el cortejo se vieron escenas similares de
muestras silenciosas de respeto. La gente se quedaba parada, algunos aplaudían,
otros apuntaban las cámaras de sus celulares a la caravana.
En
Aberdeenshire, una multitud de campesinos formó una fila de tractores, como una
guardia de honor.
El solemne viaje
del domingo por Escocia se emprendía al día siguiente de que el hijo mayor de
la reina fuera proclamado oficialmente nuevo monarca, el rey Carlos III, en una
fastuosa ceremonia impregnada de antiguas tradiciones y simbolismo político.
“Soy
profundamente consciente de esta gran herencia y de los deberes y onerosas
responsabilidades de la soberanía, que ahora me han sido entregadas”, dijo
Carlos al asumir las tareas de reinado.
Carlos III fue
proclamado rey el domingo en localidades inglesas y en los otros países del
Reino Unido: Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Antes se habían hecho
proclamaciones en otros lugares de la Mancomunidad, que agrupa a excolonias
británicas como Australia y Nueva Zelanda.
Justo antes de
que se leyera la proclamación el domingo en Edimburgo, apareció una
manifestante con un cartel que condenaba el imperialismo e instaba a los
líderes a “abolir la monarquía”, pero la policía se la llevó poco después. La
multitud aplaudió.
Un hombre gritó:
“¡Déjenla ir! ¡Es libertad de expresión!” mientras que otros gritaban: “Tengan
un poco de respeto”.
Es una señal de
cómo algunos, incluidas las antiguas colonias del Imperio Británico, batallan
con el legado de la monarquía. Anteriormente, se leyeron proclamaciones en
otras partes de los países de la Mancomunidad de Naciones, incluidos Australia
y Nueva Zelanda.
En la capital de
Nueva Zelanda, Wellington, la representante de la corona, la gobernadora
general Cindy Kiro dijo que “en nombre de los neozelandeses, transmito al rey
Carlos nuestra lealtad y apoyo y deseos de un largo y feliz reinado”.
Incluso durante
el duelo por su madre, Carlos trabajaba. Tenía previsto reunirse en el Palacio
de Buckingham con el secretario general de la Mancomunidad, un grupo de países
que lidiaba con el afecto por la reina y la amargura persistente por su legado
colonial. Esa herencia incluye desde la esclavitud a los castigos corporales en
escuelas africanas o las antigüedades saqueadas que permanecen en instituciones
británicas.
El primer
ministro australiano, Anthony Albanese, que comenzó a sentar las bases para una
república australiana después de las elecciones de mayo, dijo el domingo que
ahora no era el momento de cambiar, sino de rendir homenaje a la difunta reina.
India, una
antigua colonia británica, observó un día de duelo estatal, con banderas a
media asta en los edificios gubernamentales en todo el país.
En medio del
pesar, en la Casa Windsor había indicios de una posible reconciliación
familiar. El príncipe Guillermo y su hermano Enrique, junto con sus esposas,
Catalina, la princesa de Gales, y Meghan, duquesa de Sussex, alegraron a los
dolientes cerca del Castillo de Windsor con una inesperada aparición conjunta
el sábado.
El ataúd de la
reina hará varias paradas en su regreso a la capital. El lunes será trasladado
desde Holyroodhouse a la cercana catedral de St. Giles, donde permanecerá hasta
el martes, y después viajará en avión a Londres. El féretro se llevará del
Palacio de Buckingham al Parlamento, donde habrá una capilla ardiente hasta el
funeral en la Abadía de Westminster el 19 de septiembre.