Reflexiones en el cambio #76

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Poder y sexo: una relación histórica

Por José Francisco Peña Guaba

En mi artículo de hace ya unos meses “El poder de la cama”, tratamos descarnadamente la determinante influencias de “las amantes” en la política dominicana pero, hoy lo veremos desde una óptica más universal estableciendo como a lo largo de la historia que el sexo siempre ha estado vinculado al poder de una forma u otra.

Es que el poder suele acompañarse de una sexualidad exacerbada, y es que el mismo aunque sea temporal se asocia con una mayor motivación sexual; estudios demuestran que las personas con más poder son “especialmente propensas a perseguir objetivos relacionados con el sexo y el apareamiento”.

Demostrado está que el aumento del poder se asocia también a una mayor asertividad sexual, lo que hace sentir esas personas más cómodas con sus relaciones físicas, igualmente el poder produce mayor autoestima sexual, porque los poderosos confían más en sus habilidades, tienen mejor aptitud, mucho mayor experiencia y se ven a sí mismos más atractivos.

Poder y sexo es considerado por expertos como la expresión primaria “de las leyes de la perpetuación de la especie”, en la que los machos se peleaban para saber cuál era el más fuerte y la mujer era atraída por el ganador.

Los más reconocidos filósofos en la historia han establecidos la estrechísima vinculación entre el sexo y el afán de conseguir poder, y es que para los hombres el sexo y el poder van de la mano, no lo duden la política y el sexo son dos caras de una misma moneda, que auspicia la pulsión más fuerte del ser humano, la conquista del poder.

Es que la conexión de la política, el poder y del sexo es objeto de un deseo que va más allá del placer carnal, e incluso del sentimiento de posesión.

Los machos alpha son empujados a acumular aventuras amorosas y a usar “las amantes como trofeos”, por miedo a la vejez y especialmente a la muerte.

Por ello es que las grandes amantes y los más importantes políticos han sido siempre los mejores seductores, cosa que hemos visto en muchas series, sobre todo en la de los años 80, como Dallas, Dinastía, Falcon Crest o la más reciente “House of Cards”, donde se usa el sexo, el erotismo y la seducción como potentes armas para conseguir el poder, y viceversa, donde se abusa del mismo como arma para eliminar enemigos.

En la crónica milenaria del vínculo entre sexo y poder abundan anécdotas sobre excesos de importantes estadistas y líderes, como de Napoleón Bonaparte que no podía pasar ni una noche solo; Kenneddy que posterior a su muerte se revelaría su sexualidad obsesiva; Silvio Berlusconi con sus fastuosas fiestas que en desparpajo participaban hasta menores de edad; o la reconocida voracidad sexual del exdirector Gerente del FMI, el francés Dominique Strauss-Khan.

Pues claro, la dupla poder-sexo no es exclusiva solo de hombres, como muestra solo hay que ver los casos de Catalina La Grande de Rusia o Isabel de Baviera, que eran conocidas por sus múltiples  relaciones amorosas, estás fueron tan hipersexuadas como cualquier hombre.

El afamado psicoanalista, Jean Pierre Friedmann, autor de varios visto en muchas series, sobre todo en la de los años 80, como Dallas, Dinastía, Falcon Crest o la más reciente “House of Cards”, donde se usa el sexo, el erotismo y la seducción como potentes armas para conseguir el poder, y viceversa, donde se abusa del mismo como arma para eliminar enemigos.

En la crónica milenaria del vínculo entre sexo y poder abundan anécdotas sobre excesos de importantes estadistas y líderes, como de Napoleón Bonaparte que no podía pasar ni una noche solo; Kenneddy que posterior a su muerte se revelaría su sexualidad obsesiva; Silvio Berlusconi con sus fastuosas fiestas que en desparpajo participaban hasta menores de edad; o la reconocida voracidad sexual del exdirector Gerente del FMI, el francés Dominique Strauss-Khan.

Pues claro, la dupla poder-sexo no es exclusiva solo de hombres, como muestra solo hay que ver los casos de Catalina La Grande de Rusia o Isabel de Baviera, que eran conocidas por sus múltiples  relaciones amorosas, estás fueron tan hipersexuadas como cualquier hombre.

El afamado psicoanalista, Jean Pierre Friedmann, autor de varios libros sobre este importante tema, establece que el poder y el sexo dependen de las mismas hormonas, “las personas sumamente poderosas acumulan tal tensión que solamente el orgasmo la relaja”.

Son los hombres sin embargo, lo que más interés tienen en lograr el poder, es por ello, que son también a la vez los más débiles, porque “solo existe un poder en el mundo: en el que sobre el hombre ejerce la mujer, el sexo, porque de camino a la cama, la mujer tiene el poder; después de la cama, el hombre luchará para hacerse con él”.

Según el psicólogo y coach, Alvaro Bonilla, autor de “La estrategia de la seducción”, indica que la mujer conoce, sabe cuál es la característica masculina, sabe el poder que su belleza ejerce sobre el hombre y lo usa hábilmente para su beneficio, está permanente “debilidad varonil”, el sexo puede gobernar los sentimientos inclusive, y hasta las decisiones de las personas más estables emocionalmente, “es que los hombres caemos rendidos en los brazos de una mujer, y solemos perdernos en el movimiento de sus caderas”, es por esto que es tan fácil seducir a un hombre y es que no hay imagen más vulnerable que la de un hombre en manos de una mujer.

Los hombres acatan cualquier orden que proceda de los labios de la mujer deseada, hasta en el mundo militar lo vemos con precisión, en una escala de grados, una mujer civil manda más que un General, lo que refleja el esquema mental del hombre, donde las más virtuosas seductoras en la historia lograron tentar a los hombres de mayor honor y rectitud, solo hay que ver como el imbatible Sansón cayó abatido por una adversaria sin armas, Dalila.

Es que la fuerza de la mujer radica en su poder sexual según la reconocida psicóloga y terapeuta Dra. Mireia Daider, estableciendo que éste supera al del varón, tema que lo explica en su ensayo “Nacidas para el placer”, porque “incluso en las relaciones sexuales la sociedad patriarcal construye a la mujer para que esté pendiente del placer del otro”.

Enfatiza la Dra. Daider “que la mujer es capaz de mantener simultáneamente varias relaciones a la vez, como ocurre en algunas sociedades ancestrales, en la que la comunidad es la célula de la convivencia y no la pareja”.

Hoy las mujeres son víctimas del salvaje capitalismo al decir de la experta en estudio ruso y de Europa del Este la etnógrafa estadunidense Kristen Ghodsee, que afirma que “el capitalismo no tiene problemas en mercantilizar el sexo, porque las ideologías neoliberales hacen ver nuestros cuerpos, nuestra atención y nuestros afectos como objetos que comprar y vender”.

El capitalismo no regulado es malo para las mujeres pero, el socialismo fomenta independencia económica, laboral que mejora las conciencias y hasta las condiciones para incluso las relaciones sexuales.

Está más que confirmado que el derrumbe del socialismo en el 1989 y la llegada triunfante del neoliberalismo provocó que “las europeas del Este volvieran a ser mercancías, que se compran y se venden”

Hoy se mercantilizan casi todo los aspectos de nuestra vida privada, los cuerpos y la sexualidad de las mujeres, la prostitución, pornografía y vientres de alquiler, acciones que continúan siendo el territorio donde el patriarcado y el capitalismo campean a sus anchas.

La reconocida política comunista rusa, Aleksándra Kolontái, en su “autobiografía de una mujer sexualmente emancipada”, estableció que hay que inventar “otra manera de relacionarse en la cama y fuera de ella” para crear un pacto “sin jerarquía”, donde “solo así podremos gozar todos y todas de un eros alado en el que la conexión borre todo rastro de dominio en el amor, en el sexo y en la vida”.

El poder tiene sus cosas negativas porque empeora la fidelidad, mientras más jerarquía se tiene más intención existe en participar en infidelidades, porque el poder provoca más confianza en la capacidad de atraer nuevas parejas, por lo tanto se hacen más propensos cometer adulterios, y también de abusar del poder a través de la manipulación, el uso desmedido de presión, el control económico, el autoritarismo que juntos con la percepción errónea del interés sexual puede conducir al acoso sexual.

En el juego del poder cada quien tiene sus reglas del juego, las mujeres, el dejarse cortejar, la seducción, el misterio y la aparente sumisión; y para el hombre el elemento seductor por excelencia es la admiración para lograr llegar al interés de la moza pretendida.

Para los hombres la imaginación crea anticipación y una enorme esperanza de participación, esa es la razón por la cual un hombre se excita ante una mujer vestida, porque la anticipación de verla desnuda es la fuerza que moviliza la atracción y la seducción “el poder de la recompensa”.

Por eso en nuestro país como en muchos otros, los que logran poder obtienen la atención de las más bellas y voluptuosas mujeres, porque no hay nada más afrodisíaco que el poder.

Damas que como “socias del silencio” entran en una tácita complicidad que permite el siniestro juego sexual, por eso sexo, política y poder siempre tienden a cruzarse, sin embargo, explica el abogado y coach italiano, Euprepio Padula, que solo los “que consigan gestionarse con serenidad, equilibrio y una gran dosis de sentido común pueden llegar a ser realimentes felices y no rehenes de sus propias trampas”.

Es entendiendo la capacidad de la mujer en nuestra sociedad y en casi todo el mundo de lograr que los hombres, incluyendo a los que tienen poder, caigan rendido a sus pies, para obtener todos los favores del mismo, es que debemos estar claro como expresa la reconocida periodista española, Ana Sharife, “porque en la vida todo es sexo, menos el sexo, que no es sexo sino poder”.

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