Miles de personas, entre ellas niños y
ancianos llegados de distintas provincias afganas, pasan los días y las noches
frente a las puertas cerradas de la terminal aérea donde se están llevando a
cabo los viajes de repatriación organizados por Estados Unidos y los países
europeos.
Disparos al aire, humo, explosiones
disuasorias, para salir en algún vuelo de evacuación, donde el caos y la falta de
organización hacen casi imposible entrar en el recinto, incluso para aquellos
que han sido convocados por las embajadas.
“Estoy pasando
aquí los días y las noches más difíciles de mi vida”, reconoce a la
agencia EFE entre lágrimas
Bashir, de 41 años, y padre de seis hijos. Cada vez que intentan acercarse a la puerta, dice, los guardias de
seguridad les empujan de vuelta.
Pero afganos o extranjeros, todos padecen el mismo problema: el caótico acceso a la puerta, como
corroboraron hoy varios ciudadanos neerlandeses, que fueron incapaces de
acceder al aeropuerto a pesar de haber sido convocados por el personal
diplomático a través de correos electrónicos, según informó la televisión
neerlandesa NOS.
Los talibanes, mientras tanto,
observan desde la lejanía sin intervenir, al tiempo que tratan de controlar el tráfico afectado por
la multitud, en un aparente acuerdo de no agresión que estaba permitiendo la
llegada de todos esos afganos que, por sus vínculos con el Gobierno o los
países extranjeros, ven peligrar su vida bajo el régimen insurgente en cuanto
la atención exterior se apague. infoabe