El que avisa no traiciona, y Barbecue habÃa avisado. Jimmy Cherizier, más conocido por su sobrenombre gracias a su afición por asar a sus vÃctimas, el temido lÃder del cártel Federación G9, anunció a fines de junio desde su búnker del barrio popular de La Saline que iba a lanzar una revolución contra las élites empresariales y polÃticas del paÃs. No nombró directamente al presidente haitiano Jovenel Moïse, pero dijo que habrÃa un magnicidio. Cuando Moïse apareció muerto en la residencia de gobierno de las afueras de Puerto PrÃncipe en la madrugada del 7 de julio, todos los ojos dentro de Haità se volvieron hacia Barbecue.
Pero de golpe,
en un paÃs con “una violencia con niveles sin precedentes”, de acuerdo con las
Naciones Unidas, y un presidente que se habÃa mantenido en el gobierno pese a
los innumerables llamados a su renuncia, aparece otra versión
estrambótica de lo sucedido. La policÃa y la mayorÃa de la élite
polÃtica descartó de plano la participación de cualquier pistolero haitiano
como los que Barbecue tiene en
su disposición de a cientos. “Se trata
de un complot venido desde el exterior”, dijeron mientras se disputan el
asiento presidencial vacante.
La versión oficial habla de un pelotón de más de 25 ex comandos colombianos con entrenamiento especial en Estados Unidos que entró en la madrugada a la residencia de Moïse, lo mató, hirió a su esposa y escapó sin tener un plan determinado de “extracción”, como se dice en la jerga del espionaje. La policÃa los apresó unas horas más tarde. Los comandos habrÃan sido reclutados por un oscuro médico haitiano-americano para quedarse con el poder.
Un relato que en Haità hace mover la cabeza en
señal de duda. “Nadie cree esta
disparatada versión. ¿Cómo es que ningún guardia de seguridad del presidente
tuvo ni siquiera un raspón?”, se pregunta el ex senador Steven Benoit. Y el
ministro del gabinete de Moïse, Mathias Pierre, tiene otros interrogantes: “¿Cómo puede ser que nadie haya detectado a 25
extranjeros que no hablan creole y que estuvieron en Puerto PrÃncipe por un
mes? ¿Dónde consiguieron los numerosos autos que usaron?”.
Las autoridades haitianas sostienen que Christian Emmanuel Sanon, un médico y pastor que dividÃa su tiempo entre Florida y HaitÃ, conspiró junto con un grupo de polÃticos y agentes de seguridad para tomar las riendas del paÃs una vez asesinado Moïse. Durante una redada en la residencia de Sanon en Puerto PrÃncipe, dicen, la policÃa encontró seis fundas de armas largas, unas 20 cajas de balas y una gorra de la DEA, la agencia antinarcóticos de Estados Unidos, lo que sugiere una vinculación al asesinato, porque los sicarios que asaltaron la casa del presidente se hicieron pasar por agentes de ese organismo.
Pero no hay explicaciones sobre cómo Sanon -que no
ocupaba ningún cargo electo- planeaba asumir el poder una vez
asesinado el presidente. También es difÃcil entender cómo podrÃa haber
contratado a un equipo de mercenarios para llevar a cabo el asalto, dado que se
habÃa declarado en bancarrota ante la Justicia del estado de Florida. Sin
embargo, hay pruebas de que varios de los principales sospechosos del atentado se reunieron con Sanon para discutir las
principales polÃticas de un supuesto futuro gobierno haitiano.
Parnell Duverger, 70, un profesor retirado del Broward College de
Florida, le dijo al New York Times que
habÃa participado en unas diez reuniones por Zoom y en persona con Sanon y
otros expertos para “pensar el futuro” del paÃs”. Aunque insiste en que “de ninguna manera se mencionó un golpe de
Estado y mucho menos un asesinato”. El consultor de Naciones Unidas, Frantz
Gilot, que también estuvo en una de las reuniones, asegura que jamás se habló
de usar la violencia de ninguna manera: “¡¡¡Jamás,
jamás, jamás!!!”, escribió en un mail.
Entre los participantes de esos encuentros estuvieron otros dos
personajes que la policÃa haitiana señala como coautores del magnicidio. Uno es
el reclutador de los mercenarios, Antonio
Intriago, dueño de la empresa de seguridad CTU Security. El otro, Walter Veintemilla, dueño de una pequeña empresa
bursátil de Miramar, también en Florida, Worldwide Capital Lending Group.
Dicen que fue quien financió la operación. Y los dos están relacionados con James Solages, uno de los detenidos en HaitÃ
que es señalado como el traductor de los colombianos.
En abril, Intriago se puso en contacto con un sargento retirado del ejército colombiano, Duberney Capador –muerto en el enfrentamiento con la policÃa haitiana–, y le pidió que reuniera un grupo de ex comandos para “proteger a personas importantes en HaitÔ, según cuenta la hermana del colombiano, Yenny Carolina Capador.
“Vamos a ayudar a la recuperación del paÃs, en términos
de seguridad y democracia”, escribió Capador en el mail que envió a varios de
sus ex camaradas. El salario serÃa de
2.700 dólares por mes, una suma mucho más alta de la que podrÃan cobrar en
cualquier trabajo de seguridad en Colombia. Los familiares de los ex soldados
ahora presos en Haità dicen que aceptaron el trabajo a pesar de que no sabÃan a
dónde se dirigÃan ni a quiénes protegerÃan especÃficamente.
Los 25 comandos viajaron a Puerto PrÃncipe entre principios de mayo y el 6 de junio. Y allà Capador les dijo que lucharÃan contra las bandas criminales, asegurarÃan infraestructuras cruciales y protegerÃan a dignatarios e inversionistas, con el respaldo de una importante empresa estadounidense. Pero se pasaron todo el mes siguiente confinados en una casa de campo haciendo ejercicio, tomando clases de inglés y cocinando, según los mensajes que les enviaban a sus familias.
En un
momento apareció el traductor Solages quien se presentó como un emisario de Worldwide Capital y
describió a la empresa como un conglomerado multinacional con 200 filiales que
colabora con los Gobiernos en la seguridad y la reconstrucción de decenas de
paÃses de todo el mundo, incluidos Estados Unidos, España, Somalia e Irak. Una
fábula, teniendo en cuenta la historia de rechazo de cheques y deudas que tiene
la empresa. Incluso, dicen los familiares que nunca
pagaron el total de los salarios prometidos.
La versión oficial continúa asÃ: la policÃa llega a la residencia del presidente tras recibir un llamado de emergencia de uno de los guardias del palacio alrededor de la 1:00 de la mañana. Dicen haber escuchado unos disparos y a alguien que gritaba en inglés: “DEA operation! Everybody back up!” (”Esta es una operación de la DEA, todos atrás”). También dicen haber visto un convoy de cinco vehÃculos que escapaban por la ruta de Kenscoff, que lleva al centro de Puerto PrÃncipe.
La
policÃa rodeó la zona y esperó hasta que amaneciera para comenzar unas
negociaciones de las que no hay ninguna información. Fueron “liberados” los dos
traductores haitianos-americanos y los dos guardias del presidente. Estos
dijeron que en el interior habÃa 25
comandos con rifles de asalto de 5,56 mm. A las tres de la tarde
comenzó el asalto con enorme cantidad de disparos y lanzamiento de granadas. En
el combate habrÃan muerto los comandos Duberney Capador y Mauricio Javier
Romero, veterano de 20 años en el ejército colombiano combatiendo a las FARC.
Otro de los muertos podrÃa ser Germán Rivera GarcÃa, también militar retirado.
Luego hubo un episodio muy extraño en el que 18 de los comandos
logran escapar del edificio de dos pisos en el que estaban parapetados y se refugiaron en la cercana embajada de Taiwán.
Después de un corto tiroteo, se rindieron. Y de acuerdo con un video subido en
las redes sociales, otros dos comandos
fueron apresados por los vecinos del barrio popular de Jalousie.
Supuestamente, la acción se saldó con tres comandos muertos, y otros 21 colombianos
y dos haitiano-americanos presos.
La primera dama, Martine Moïse, quedó herida y fue evacuada de
inmediato a un hospital de Miami. Es la principal testigo, pero solo envió un
mensaje culpando del hecho a la
“oligarquÃa haitiana que se opone a la lucha contra la corrupción” que
habÃa lanzado, supuestamente, su marido. Y apareció
en una foto en Twitter con el rostro demacrado y la mirada perdida. En
tanto, el extraño personaje Christian Sanon, según su abogado, dijo que estaba
preparándose para ser candidato presidencial en las elecciones que debÃan
realizarse en septiembre, pero negó cualquier implicancia en el asesinato. La
DEA también dijo no tener nada que ver con el asunto, aunque admitió que uno de los detenidos habÃa sido su
informante.
Y hay dos informaciones salidas de Colombia que son muy
intrigantes. La primera, dada a conocer por el general Jorge Luis Vargas, el
jefe de la policÃa colombiana, es que el
asesor de Seguridad y hombre cercano a Moïse, Dimitri Hérard, realizó varios
viajes desde enero hasta junio a Bogotá. Lo hizo triangulando los vuelos a
través de Quito, Ciudad de Panamá y Santo Domingo, como si hubiera querido
desviar la atención. El otro, es que la
autopsia que se realizó al cuerpo de Moïse muestra signos de tortura. TenÃa
un brazo quebrado y heridas graves en la cara, además de varios balazos.
Mientras tanto, una larga lista de polÃticos haitianos se pelean por quedarse con el sillón presidencial, el gran jefe de las bandas que asolan y controlan todos los barrios de Puerto PrÃncipe, Barbicue, está desaparecido y nadie está convencido de que lo que se dice tenga alguna cercanÃa con lo que sucedió. El racconto de estos hechos está opacado por una gruesa neblina de datos inverosÃmiles.